Zeus con el águila y el rayo (cerámica) (Museo del Louvre)
Cuando Rhea ya estaba a punto de dar a luz a Zeus, padre de dioses y
hombres, entonces suplicó enseguida a sus padres, los de ella, Gea y el
estrellado Urano, que le ayudaran a urdir un plan para tener ocultamente
el parto de su hijo y vengar las Erinias de su padre y de los hijos que
se tragó el poderoso Cronos de mente retorcida. Aquéllos escucharon
atentamente a su hija y la obedecieron; la pusieron ambos al corriente
de cuanto estaba decretado que ocurriera respecto al rey Cronos y a su
intrépido hijo, y la enviaron a Licto, a un rico pueblo de Creta, cuando
ya estaba a punto de parir al más joven de sus hijos, el poderoso Zeus.
A éste le recogió la monstruosa Gea para criarlo y cuidarlo en la
espaciosa Creta. Allí se dirigió, llevándole, al amparo de la rápida
negra noche, en primer lugar, a Licto. Le cogió en sus brazos y le
ocultó en una profunda gruta, bajo las entrañas de la divina tierra, en
el monte Egeo de densa arboleda. Y envolviendo en pañales una enorme
piedra, la puso en manos del gran soberano Uránida, rey de los primeros
dioses. Aquél la agarró entonces con sus manos y la introdujo en su
estómago, ¡desgraciado! No advirtió en su corazón que, a cambio de la
piedra, se le quedaba para el futuro su invencible e imperturbable hijo,
que pronto, venciéndole con su fuerza y sus propias manos, iba a
privarle de su dignidad y a reinar entre los Inmortales. Rápidamente
crecieron luego el vigor y los hermosos miembros del soberano. Y al cabo
de un año echó fuera de nuevo su prole el poderoso Cronos de mente
retorcida, engañado por las hábiles indicaciones de Gea, vencido por la
fuerza y habilidad de su hijo. Primero vomitó la piedra, última cosa que
se tragó; y Zeus la clavó sobre la anchurosa tierra, en la sacratísima
Pito, en los valles del pie del Parnaso, monumento para la posteridad,
maravilla para los hombres mortales. Libró a sus tíos paternos de sus
dolorosas cadenas, a los Uránidas Brontes, Estéropes y el vigoroso
Arges, a los que insensatamente encadenó su padre Cronos; aquéllos le guardaron
gratitud por sus beneficios y le regalaron el trueno, el llameante rayo
y el relámpago; antes los tenía ocultos la enorme Gea, y con ellos
seguro gobierna a mortales e inmortales.
Hesíodo.
Teogonía, 470-505.
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