Mostrando entradas con la etiqueta Dionisio de Halicarnaso. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Dionisio de Halicarnaso. Mostrar todas las entradas

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Rómulo y Remo parten de Alba


Ahora voy a relatar los acontecimientos que sucedieron al principio de la fundación de Roma, porque esta parte de mi relato aún continúa. Cuando Numitor, a la muerte de Amulio, había reanudado su gobierno y tardado poco tiempo en restablecer a la ciudad de Alba del último disturbio y devolverla a su antiguo estado ordenado, pensó en proporcionar un gobierno independiente para los jóvenes Rómulo y Remo fundando otra ciudad. Al mismo tiempo pensó que sería una buena política librarse de una parte de los habitantes, que habían crecido mucho en número, particularmente de aquéllos que una vez habían sido sus enemigos para no tener motivos para sospechar de cualquiera de sus súbditos. Habiendo comunicado este plan a Rómulo y Remo y ganado su aprobación, les dio como comarca para gobernar la región donde se habían criado en su infancia y, por súbditos, no sólo la parte del pueblo que sospechaba que tenía deseos de empezar la rebelión de nuevo, sino también cualquiera que desease emigrar voluntariamente. Entre éstos, como posiblemente sucede cuando una ciudad funda una colonia, había gran cantidad de gente común, pero también un número suficiente de hombres prominentes de la mejor clase y de los elementos troyanos todos aquellos que eran estimados como más nobles de nacimiento, algunos cuya posteridad ha permanecido hasta mis días, consistiendo en total en unas cincuenta familias. Los dos jóvenes fueron abastecidos con dinero, armas y grano, con esclavos y bestias de carga y todo lo demás que era útil en la construcción de una ciudad. Después que hubieron conducido a su gente fuera de Alba y se hubieron entremezclado con la población local que áun permanecía en Palanteo y Saturnia, dividieron a la multitud en dos partes. Lo hicieron así con la esperanza de levantar un espíritu de emulación, de manera que, a través de la rivalidad de unos con otros, sus tareas pudiesen terminarse más pronto; sin embargo, esto produjo el mayor de los males: la discordia. Porque cada grupo, exaltando a su propio líder, le ensalzaba como la persona más adecuada para mandarlos a todos; y los dos jóvenes mismos, no teniendo ya las mismas ideas o sintiendo que ya no fuese necesario mantener sentimientos fraternos el uno hacia el otro, ya que cada uno esperaba mandar al otro, despreciaban la igualdad y anhelaban la superioridad. Durante algún tiempo sus ambiciones estuvieron ocultas, pero más tarde brotaron  en la ocasión que ahora deberé relatar. Los dos no preferían el mismo sitio para la construcción de la ciudad; Rómulo proponía asentarse en la colina del Palatino, entre otras razones a causa de la buena fortuna del sitio donde habían sido protegidos y criados, mientras que Remo prefería el sitio que ahora se llama Remoria en recuerdo de él. Y en verdad este sitio era muy adecuado para una ciudad, siendo una colina no lejos del Tíber y a unos cincuenta estadios de Roma. A partir de esta rivalidad su huraño amor por el poder inmediatamente empezó a revelarse; porque sobre el que ahora cediese, el vencedor impondría su voluntad inevitablemente en todas las ocasiones parecidas.

Dionisio de Halicarnaso. Antigüedades romanas, I, 85.