Y ocurrió una vez que este mar infinito, que era por su propio carácter llevado por un movimiento natural, fluyó de una manera ordenada de él mismo a él mismo (de vuelta a sí mismo), como un remolino, mezclando las substancias de tal manera que de cada una de ellas fluyó el centro del universo (como en el embudo de un molde), lo que precisamente era lo más útil y adecuado para la generación de una criatura viviente. Éste centro fue llevado por el remolino que todo lo transportaba, tomó para sí mismo el espíritu circundante, y habiendo sido concebido así era muy fértil y formó una substancia separada.
Tal como una burbuja se forma usualmente en el agua, así todo lo circundante contribuyó a la concepción de esta esfera. Entonces salió a la luz, después de que hubo sido concebida en sí misma, y fue llevada hacia arriba por el espíritu divino que la rodeaba, siendo quizá la cosa más grande jamás nacida. Una obra, para decirlo así, que tenía vida, y que había sido concebida por este infinito abismo, en forma de huevo y ligera como un pájaro.
Pseudo-Clemente de Roma. Homilías, VI, 4.
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