El río Nilo
Entonces la tierra, dicen los griegos, engendró un hombre, teniendo la primera un hermoso regalo, deseando ser madre no de plantas desprovistas de sentido ni de bestias sin razón, sino de una criatura gentil y altamente favorecida. Sin embargo es difícil, dicen los naasenos, comprobar si Alalcomeneo, el primero de los hombres, se levantó entre los beocios sobre el lago Cefiso; o si fueron los curetes del Ida, una raza divina; o los coribantes frigios, a quienes el sol vio primero surgiendo de la manera como crecen los árboles; o si Arcadia engendró a Pelasgo, más antiguo que la luna; o Eleusis produjo a Diaulo, un habitante de Raria; o Lemnos engendró a Cabiro, hijo hermoso de secretas orgías; o Pallene engendró a Alcioneo el flégreo, el más viejo de los gigantes. Pero los libios afirman que Iarbas, el primer nacido, emergiendo de áridas llanuras, empezó a comer la dulce bellota de Júpiter. El Nilo de los egipcios, dicen, fertiliza el barro hasta este día, por lo tanto genera animales, hace cuerpos vivientes, que adquieren la carne del vapor húmedo. Los asirios, sin embargo, dicen que Oannes, el comedor de peces, fue el primer hombre y nació entre ellos. Los caldeos, sin embargo, dicen que Adán es el hombre al que únicamente engendró la tierra. Y yacía inanimado, inmóvil, quieto como una estatua; siendo una imagen de Aquél que está arriba, es celebrado como el hombre Adán, que ha sido engendrado por muchos poderes, respecto a cuál individualmente existe una amplia discusión.
San Hipólito de Roma. Refutación de todas las herejías, V, 2.
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