Cuando Eubulo fue arconte en Atenas, los Romanos eligieron como cónsules a Marco Fabio y a Servio Sulpicio. Este año Timoleón el Corintio, quien había sido elegido por sus conciudadanos general de Siracusa, se preparó para su expedición a Sicilia. [2] Reclutó setecientos mercenarios y, embarcando a sus hombres en cuatro trirremes y tres navíos rápidos, levó áncoras desde Corinto. Cuando navegaba cerca de la costa recogió tres barcos más de los Leucadianos y Corcirenses, y así con diez navíos cruzó el golfo Jónico. [3] Durante este viaje, un suceso particular y extraño le ocurrió a Timoleón. El Cielo vino en soporte de su aventura y predijo su futura fama y la gloria de sus logros, porque a lo largo de toda la noche fue precedido por una antorcha llameante en el cielo hasta el momento en que el escuadrón hizo puerto en Italia. [4] Entonces Timoleón había ya oído en Corinto de las sacerdotisas de Demeter y Perséfone que, mientras dormían, las Diosas les habían dicho que acompañarían a Timoleón en su viaje a su sagrada isla. [5] Él y sus compañeros, por ello, estaba encantados, reconociendo que las Diosas estaban de hecho dándoles su apoyo. Les dedicó su mejor nave, llamándola “la nave sagrada de Demeter y Perséfone.”
Diodoro Sículo. Biblioteca histórica, XVI, 66.
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