Zeus enamorado de Sémele yació con ella a escondidas de Hera. Zeus prometió conceder a Sémele lo que le pidiese, y ella, engañada por Hera, pidió que se le presentase tal como había ido al desposorio con la diosa. No pudiendo negarse, Zeus llegó al tálamo en un carro entre relámpagosy truenos y lanzó el rayo. Sémele murió de terror, y Zeus, arrebatando del fuego el feto de seis meses,lo cosió en su muslo. Después de morir Sémele las otras hijas de Cadmo divulgaron el rumor de que su hermana había tenido relaciones amorosas con un mortal y que Zeus la había fulminado por haberlo calumniado. A su debido tiempo Zeus deshizo el cosido y nació Dioniso, que fue confiado a Hermes. Éste lo llevó a Ino y Atamante y los persuadió para que lo criasen como a una muchacha. Pero Hera, indignada, los enloqueció: Atamante mató a su primogénito Learco dándole caza como a un ciervo, e Ino echó a Melicertes en una caldera hirviendo y luego arrastrándola con el cadáver de su hijo se arrojó al mar. Ella recibe también el nombre de Leucotea, y su hijo el de Palemón; así los llaman los navegantes, a quienes socorren en las tempestades. En honor de Melicertes instauró Sísifo los juegos ístmicos. Zeus eludió la cólera de Hera transformando a Dioniso en cabrito, y Hermes se lo llevó a las ninfas que habitaban en Nisa, en Asia, a las que después Zeus, catasterizadas, denominó Híades.
Apolodoro. Biblioteca, III, 4, 3.
Macris, la hija del prudente Aristeo, el que descubrió el producto de las abejas y el jugo de la muy laboriosa aceituna. Aquélla al principio acogió en su regazo al hijo Niseo de Zeus en el interior de Eubea Abántide, y con miel humedeció en derredor su labio reseco, cuando Hermes lo sacó del fuego. Mas la vio Hera y, enfurecida, la expulsó de toda la isla. Ella se estableció, pues, lejos de allí en la gruta sagrada de los feacios y procuró extraordinaria prosperidad a sus habitantes.
Apolonio de Rodas, Argonáuticas, IV, 1131-1140
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lunes, 7 de mayo de 2018
martes, 30 de octubre de 2012
Naufragio de los Argonautas
Dosso Dossi: Los Argonautas en la costa de Libia.
Así habló Anceo con lágrimas, y todos aquellos que tenían conocimientos sobre barcos dieron su consentimiento; pero los corazones de todos se entumecieron y la palidez cubrió sus mejillas. Y así como los hombres, como espectros sin vida, vagan por una ciudad esperando el resultado de la guerra o de la peste o de alguna poderosa tormenta que supera con mucho los trabajos incontables de los bueyes, cuando las imágenes de su propia armonía explotan y se hunden ensangrentadas y se oyen quejidos en los templos, o cuando a mediodía el sol recurre a la noche en el cielo y las estrellas brillan claras a través de la niebla; así, en aquel momento, a lo largo de la playa sin fin vagaban los caudillos buscando a tientas su camino.
Luego inmediatamente la oscuridad vino sobre ellos; y lastimosamente se abrazaron los unos a los otros y se dijeron adiós con lágrimas, para poder caer en la arena y morir, cada uno aparte de su compañero. Y así de esta manera fueron más allá para elegir un lugar de reposo; y envolvieron sus cabezas en sus capas y, en ayunas y sin alimentar, yacieron toda la noche y todo el día, esperando una muerte lastimera. Pero aparte, las doncellas acurrucadas juntas se lamentaban al lado de Medea, la hija de Eetes. Y así como cuando, abandonados por su madre, los pájaros sin plumas para volar que han caído desde una grieta en la roca pían estridentemente; o cuando en las orillas del río Pactolo que fluye hermosamente, los cisnes elevan su canto, y alrededor el prado cubierto de rocío y la corriente hermosa del río se hacen eco de él; así las doncellas, echando en el polvo su pelo dorado, se lamentaron toda la noche con su gemido lastimero.
Y allí todos, los más valientes de los héroes, habrían dejado la vida sin un nombre y desconocidos para los hombre mortales, con su tarea inacabada; pero mientras estaban prendidos por la desesperación, las ninfas heroínas, guardianas de Libia, tuvieron piedad de ellos, aquéllas que una vez encontraron a Atenea, en el tiempo en que saltó de la cabeza de su padre Zeus con resplandeciente armadura, y la bañaron en las aguas de Tritón. Era mediodía y los rayos de sol más feroces abrasaban Libia; ellas estaban cerca de Jasón, el hijo de Esón, y retiraron ligeramente la capa de su cabeza. Y el héroe abatió sus ojos y miró a un lado en señal de reverencia hacia las diosas, y mientras él yacía aturdido en soledad, ellas se dirigieron a él abiertamente con palabras amables:
"Desdichado, ¿por qué estás tan herido por la desesperación? Sabemos que fuiste en busca del vellocino de oro; conocemos cada fatiga tuya, todas las poderosas hazañas que forjaste en tus viajes por la tierra y el mar. Nosotras somos las solitarias, las diosas de la tierra, que hablamos con voz humana, las heroínas, las guardianas y las hijas de Libia. Levántate, pues; no estés así afligido en tu miseria y levanta a tus compañeros. Y enseguida que Anfítrite haya soltado el carro de rápidas ruedas de Poseidón, entonces da a tu madre una recompensa por todo el trabajo que tuvo cuando te dio a luz durante tanto tiempo de su vientre y podrás volver a la tierra divina de Acaya."
Apolonio de Rodas. Argonáutica, IV, 1277-1329.
martes, 8 de noviembre de 2011
La muerte de Canto
Lorenzo Costa el Viejo: La nave Argos
Apolonio de Rodas. Argonáutica, IV, 1485-1501.
lunes, 3 de octubre de 2011
Philyra y Cronos
Parmigianino: Saturno (Cronos) y Philyra
Apolonio de Rodas. Argonáutica, II, 1231-1241.
lunes, 26 de septiembre de 2011
La Creación según Orfeo
Doré: Las Oceánidas
Apolonio de Rodas. Argonáutica, I, 496-511.
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