martes, 20 de mayo de 2014
La balanza de Zeus
Al amanecer y mientras iba aumentando la luz del sagrado día, los tiros alcanzaban por igual a unos y a otros, y los hombres caían.Cuando el sol hubo recorrido la mitad del cielo, el padre Zeus tomó la balanza de oro, puso en ella dos suertes—la de los teucros, domadores de caballos, y la de los aqueos, de broncíneas corazas—para saber a quien estaba reservada la dolorosa muerte; cogió por el medio la balanza, la desplegó y tuvo más peso el día fatal de los aqueos. La suerte de éstos bajó hasta llegar a la fértil tierra, mientras la de los teucros subía al cielo. Zeus, entonces, truena fuerte desde el Ida y envía una ardiente centella a los aqueos, quienes, al verla, se pasman, sobrecogidos de pálido temor.
Homero. Ilíada, VIII, 66-77. Traducción de Luis Segalá y Estalella, 1910.
miércoles, 30 de abril de 2014
Las Moiras según Hesíodo
Y después [Zeus] se desposo con la espléndida Temis, que le dio a luz a las horas, a Eunomia, a Dica y a la floreciente Irene, quienes maduran los trabajos de los hombres mortales; y a la Moiras a quienes el sapientísimo Zeus concedió los mayores honores, Cloto, Lacesis y Atropos, que dan a los hombres mortales la facultad de poseer bienes o de sufrir males.
Hesíodo. Teogonía, 901-905.
Los hombres que eran más viejos y en los cuales la edad había prendido estaban todos juntos fuera de las puertas y elevaban sus manos hacia los benditos dioses, temiendo por sus propios hijos. Pero éstos estaban otra vez ocupados en el combate y detrás de ellos estaban las negras Moiras, entrechocando sus dientes resplandecientes de blancura, esas diosas de ojos feroces, horribles, ensangrentadas, invencibles, que se disputaban a los guerreros caídos sobre la arena. Todas, alteradas por la negra sangre, extendían sus largas uñas sobre el primer soldado que caía muerto o herido recientemente y las almas de las víctimas eran precipitadas a la morada de Plutón en el frío Tártaro. Apenas saciadas de sangre humana, arrojaban detrás de ellas los cadáveres y volvían con grandes pasos en medio del tumulto y la carnicería. Allí aparecían Clotho, Lachesis y más abajo Atropos que sin ser una gran diosa, era más poderosa y más vieja que sus hermanas. Las tres, encarnizadas sobre el mismo guerrero, se lanzaban mútuamente horribles miradas y en su furor entrelazaban sus uñas y sus manos atrevidas.
Hesíodo. El escudo de Heracles, 245-264.
jueves, 27 de marzo de 2014
Los hijos de Nix y Eris
Y Nix parió al odioso Moro y a la Ker negra y a Tanatos. También parió a Hipnos y a la muchedumbre de los sueños. Y la divina y sombría Nix no se había unido para eso a ningún Dios. Y después parió a Momo y a Ezis, pletórico de dolores; y a la Hespérides, a quienes, allende el ilustre Océano, están confiadas las manzanas de oro y los árboles que las ostentan. Y parió a las Moiras y a las Keres inhumanas, Cloto, Lacesis y Atropos, que a los hombres mortales dispensan al nacer bienes y males, y persiguen los crímenes de hombres y de Dioses, y no renuncian jamás a su cólera inexorable mientras no hayan tomado del culpable una venganza terrible.
Hesíodo. Teogonía, 211-232.
martes, 4 de marzo de 2014
Himno a las Moiras
Moiras infinitas, amadas hijas de la negra Noche, escuchad mi súplica, gloriosas, que habitáis en la laguna celeste, donde el agua congelada, al calor de la noche, se deshace en el fondo oscuro e imponente de la cueva de hermosas piedras, de donde voláis a la inmensa tierra de los mortales. Desde allí, pues, os encamináis al reputado género humano, de vana esperanza, cubiertas de purpúreas vestiduras en la llanura letal, donde la gloria impulsa el carro que abarca toda la tierra más allá del límite de la justicia y de la esperanza, de las preocupaciones, de la norma antiquísima y del infinito principio que se rige por una buena ley. Pues la Moira es la única que vigila en la vida, y ningún otro ente inmortal de los que ocupan las cimas del nevado Olimpo; y también la perfecta mirada de Zeus. Porque cuanto nos acontece, todo lo sabe enteramente la Moira y la mente de Zeus. Mas venid amables, suaves y complacientes, Átropo, Láquesis y Cloto de hermosas mejillas; aéreas, invisibles, constantes, por siempre inflexibles, que todo lo otorgáis y quitáis, a la vez; imperiosa necesidad para los mortales. Escuchad, pues, Moiras, mis piadosas plegarias, recibid mis libaciones y acudid como liberadoras del mal para vuestros iniciados con una intención benévola.
Himno órfico 58
Suscribirse a:
Entradas (Atom)