Leto parió a Apolo y a la flechadora Ártemis, prole más deseable que
todos los descendientes de Urano, en contacto amoroso con Zeus portador
de la égida.
Hesíodo. Teogonía, 918.
Entre
las hijas de Ceos, una de ellas, Asteria, para escapar de los ardores amorosos
de Zeus, se convirtió en una codorniz y se arrojó al mar. De ella nació
una ciudad, que tomó su nombre, Asteria; más tarde, fue llamada Delos. Leto,
en el momento en que Hera la echó de todas las tierras debido a su
amor por Zeus, un día llegó a Delos, y finalmente pudo dar a luz a
Artemisa. Artemis misma a continuación, actuó como partera, y Leto también dio a luz a Apolo.
Apolodoro. Biblioteca, I, 4, 1.
Pistetero
Oh! Halcón, guardián sagrado de Sunium, ¡oh, dios de las cigüeñas!
Sacerdote
. . . al cisne de Delos, a Leto, la madre de las codornices, y a Artemisa, el jilguero.
Pistetero
Ya no es Artemisa de Coleno, sino Artemisa, el jilguero.
Aristófanes. Las aves, 870.
lunes, 16 de abril de 2018
domingo, 15 de abril de 2018
Zeus y Hera (II)
Se
dice que Efialtes y Oto fueron los primeros en sacrificar a las Musas
en Helicón, y que les consagraron esta montaña: agregamos que fundaron
Ascra y Hegesinoos dice al respecto, en su poema sobre el Ática:
Poseidón tuvo un intercambio con Aske, y, al terminar el año, le dio un
hijo, Ooclo, quien, junto con los hijos de Aloeos, fundó primero la
ciudad de Ascra, al pie del Helicón, abundante en fuentes. No leí este poema de Hegesinoos, porque ya estaba perdido antes de que yo naciera; pero
Calipos el corintio, en su obra sobre los habitantes de Orcómenos, citó estos
versos en apoyo de lo que dice, y los relaciono según él. En mi tiempo, una torre era todo lo que quedaba de Ascra. Los hijos de Aloeos reconocieron a tres Musas, a las que llamaron Melete, Mneme y Acede.
Pausanias: Descripción de Grecia, IX, 29, 1-2
Pausanias: Descripción de Grecia, IX, 29, 1-2
miércoles, 11 de abril de 2018
Zeus y Hera
Dando profundos suspiros, contestó Aquileo, el de los pies ligeros:
—Lo sabes. ¿A qué referirte lo que ya conoces? Fuimos a Tebas, la
sagrada ciudad de Eetión; la saqueamos, y el botín que trajimos se lo
distribuyeron equitativamente los aqueos, separando para el Atrida a
Criseida, la de hermosas mejillas. Luego, Crises, sacerdote del
flechador Apolo, queriendo redimir a su hija, se presentó en las veleras
naves aqueas con inmenso rescate y las ínfulas del flechador Apolo, que
pendían del áureo cetro, en la mano; y suplicó a todos los aqueos, y
particularmente a los dos Atridas, caudillos de pueblos. Todos los
aqueos aprobaron a voces que se respetase al sacerdote y se admitiera el
espléndido rescate; mas el Atrida Agamemnón, a quien no plugo el
acuerdo, le mandó enhoramala con amenazador lenguaje. El anciano se fue
irritado; y Apolo, accediendo a sus ruegos, pues le era muy querido,
tiró a los argivos funesta saeta: morían los hombres unos en pos de
otros, y las flechas del dios volaban por todas partes en el vasto
campamento de los aqueos. Un sabio adivino nos explicó el vaticinio del
Flechador, y yo fui el primero en aconsejar que se aplacara al dios. El
Atrida encendióse en ira, y levantándose, me dirigió una amenaza que ya
se ha cumplido. A aquélla, los aqueos de ojos vivos la conducen a Crisa
en velera nave con presentes para el dios, y a la hija de Briseo que los
aqueos me dieron, unos heraldos se la han llevado ahora mismo de mi
tienda. Tú, si puedes, socorre a tu buen hijo; ve al Olimpo y ruega a
Zeus, si alguna vez llevaste consuelo a su corazón con palabras o con
obras. Muchas veces hallándonos en el palacio de mi padre, oí que te
gloriabas de haber evitado, tú sola entre los inmortales, una afrentosa
desgracia al Cronión, que amontona las sombrías nubes, cuando quisieron
atarle otros dioses olímpicos, Hera, Poseidón y Palas Atenea. Tú, oh
diosa, acudiste y le libraste de las ataduras, llamando al espacioso
Olimpo al centímano a quien los dioses nombran Briareo y todos los
hombres Egeón, el cual es superior en fuerza a su mismo padre, y se
sentó entonces al lado de Zeus, ufano de su gloria; temiéronle los
bienaventurados dioses y desistieron de su propósito. Recuérdaselo,
siéntate junto a él y abraza sus rodillas: quizá decida favorecer a los
teucros y acorralar a los aqueos, que serán muertos entre las popas,
cerca del mar, para que todos disfruten de su rey y comprenda el
poderoso Agamemnón Atrida la falta que ha cometido no honrando al mejor
de los aqueos.
Homero. Ilíada, I, 364-412. Traducción de Luis Segalá y Estalella, 1910.
Dijo Zeus: —Tu engaño, Hera maléfica e incorregible, ha hecho que Héctor dejara de combatir y que sus tropas se dieran a la fuga. No sé si castigarte con azotes, para que seas la primera en gozar de tu funesta astucia. ¿Por ventura no te acuerdas de cuando estuviste colgada en lo alto y puse en tus pies sendos yunques, y en tus manos áureas e irrompibles esposas? Te hallabas suspendida en medio del éter y de las nubes, los dioses del vasto Olimpo te rodeaban indignados, pero no podían desatarte —si entonces llego a coger a alguno, le arrojo de estos umbrales y llega a la tierra casi sin vida—, y yo no lograba echar del corazón el continuo pesar que sentía por el divino Heracles, a quien tú, produciendo una tempestad con el auxilio del Bóreas arrojaste con perversa intención al mar estéril y llevaste luego a la populosa Cos, allí le libré de los peligros y le conduje nuevamente a la Argólide, criadora de caballos, después que hubo padecido muchas fatigas. Te lo recuerdo para que pongas fin a tus engaños y sepas si te será provechoso haber venido de la mansión de los dioses a burlarme con los goces del amor.
Homero. Ilíada, XV, 14-33. Traducción de Luis Segalá y Estalella, 1910.
Homero. Ilíada, I, 364-412. Traducción de Luis Segalá y Estalella, 1910.
Dijo Zeus: —Tu engaño, Hera maléfica e incorregible, ha hecho que Héctor dejara de combatir y que sus tropas se dieran a la fuga. No sé si castigarte con azotes, para que seas la primera en gozar de tu funesta astucia. ¿Por ventura no te acuerdas de cuando estuviste colgada en lo alto y puse en tus pies sendos yunques, y en tus manos áureas e irrompibles esposas? Te hallabas suspendida en medio del éter y de las nubes, los dioses del vasto Olimpo te rodeaban indignados, pero no podían desatarte —si entonces llego a coger a alguno, le arrojo de estos umbrales y llega a la tierra casi sin vida—, y yo no lograba echar del corazón el continuo pesar que sentía por el divino Heracles, a quien tú, produciendo una tempestad con el auxilio del Bóreas arrojaste con perversa intención al mar estéril y llevaste luego a la populosa Cos, allí le libré de los peligros y le conduje nuevamente a la Argólide, criadora de caballos, después que hubo padecido muchas fatigas. Te lo recuerdo para que pongas fin a tus engaños y sepas si te será provechoso haber venido de la mansión de los dioses a burlarme con los goces del amor.
Homero. Ilíada, XV, 14-33. Traducción de Luis Segalá y Estalella, 1910.
jueves, 20 de octubre de 2016
Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia. Pseudo Calístenes
Pseudo Calístenes es la denominación que se ha dado al autor de un libro acerca de la vida de Alejandro Magno titulado Vida y Hazañas de Alejandro de Macedonia. Pertenece al siglo III. El libro tuvo un gran éxito, a pesar de los numerosos errores que contiene de tipo geográfico e histórico y de que su estilo fue calificado como mediocre. Cabe destacar, sin embargo, el tratamiento de Alejandro como si de un héroe mitológico se tratase, así como el exotismo de las descripciones de los parajes. El libro se tradujo muy pronto a numerosos idiomas: latín, armenio, sirio, árabe, turco, copto, etíope y hebreo, a partir de dos versiones en griego que presentaban ciertas diferencias y que se han dado a llamar recensión A y recensión B. Se considera, de hecho, el segundo libro más traducido después de la Biblia, hasta la época renacentista. La obra tuvo gran influencia en los escritos que, acerca de Alejandro, realizaron los cronistas bizantinos y los poetas persas Firdusi y Nizami.
Era probablemente de Alejandría, lo que se ha supuesto debido al conocimiento que demuestra en su obra acerca de esa zona de Egipto y el nombre de Pseudo Calístenes se le dio porque Juan Tzetzes y algunos manuscritos atribuyeron su autoría a Calístenes, el sobrino de Aristóteles que acompañó como historiador a Alejandro Magno en sus viajes.
Se considera que las principales fuentes de la obra fueron un relato histórico de época helenística acerca de Alejandro y una colección de cartas, además de otros relatos más pequeños, independientes, acerca de parajes y sucesos fabulosos.
Esta novelesca biografía recrea la vida y la figura del gran conquistador macedonio aprovechando la larga tradición historiográfica anterior, pero infundiendo al conjunto un tono legendario.Alejandro es aquí el último héroe griego, destinado a convertirse en el monarca de un inmenso imperio, soberano magnánimo e invencible, que pretende alcanzar los confines del mundo por Oriente, que asciende a los cielos en un carro tirado por grifos, se sumerge en el fondo del océano en una bola de cristal, y perece envenenado en la misteriosa Babilonia, en plena gloria y juventud.
De esta obra del Pseudo Calístenes deriva la mayor parte de las Leyendas, Vidas, Romans, Historias o Éxitos de Alejandro Magno que se multiplicaron a partir del siglo V
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