miércoles, 18 de julio de 2012

Sobre los sacrificios humanos

Vaso con representación de escitas (s. IV a.C.)

Por otra parte, los fenicios, cuando había grandes calamidades, ya fuese guerra o sequía excesiva o peste, sacrificaban a alguno de sus más queridos amigos, que era seleccionado por votos para este propósito. La historia fenicia también está repleta con ejemplos de hombres que fueron sacrificados, cuya historia fue escrita por Sanchoniaton en lengua fenicia, y fue traducida al griego en ocho libros por Filón de Biblos. Pero Ister, en su recopilación sobre los sacrificios cretenses, dice que los Curetes antiguamente sacrificaban niños a Saturno. Y Pallas, que es el mejor de aquéllos que han recopilado lo que atañe a los misterios de Mitra, dice que bajo el emperador Adriano el sacrificio de hombres estaba casi totalmente abolido. Porque, antes de esta época, en Laodicea, que está en Siria, antiguamente sacrificaban una virgen a Minerva, pero ahora sacrifican un venado. Los cartagineses, que habitan en Libia, también sacrificaban hombres antiguamente; pero esta costumbre fue abolida por Ifícrates. Y los dumatios, un pueblo de Arabia, sacrificaban anualmente a un chico, al cual enterraban bajo el altar, y que era usado por ellos como una estatua. Pero Filarco cuenta que era la costumbre general de todos los griegos el inmolar hombres antes de ir a la guerra. Omito la mención a los tracios y escitas y también a los atenienses, que mataron a la hija de Erecteo y Praxitea. E incluso actualmente, ¿quién ignora que en la gran ciudad de Roma, en la fiesta de Júpiter Lacial, cortan la garganta de un hombre? La carne humana, sin embargo, a este respecto no es para ser comida; aunque, debido a cierta necesidad, un hombre puede ser sacrificado. Por ejemplo, cuando llega la hambruna durante un sitio, algunos de los sitiados se alimentan de los otros; sin embargo, al mismo tiempo aquéllos que lo hacen así son considerados execrables y el hecho se considera como impío.

Porfirio. De la abstinencia de comida de origen animal, II, 56.

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